He pasado tantos días en este lugar, salpicados a lo largo de muchos años, y los he disfrutado tan extraordinariamente, que puedo sentirlo como algo propio. Lo reconozco como una geografía asociada, de forma indisoluble, a un conjunto de experiencias muy personales. Así que estos acantilados son para mí, sin duda, un paisaje afectivo.
Allí he tenido mucho tiempo para pensar, divagando y escribiendo. He dibujado y he fotografiado —con la vista perdida o con suma atención por los pequeños detalles— sin llegar a plantearme un proyecto creativo hasta las más recientes estancias y emociones. Estas, disfrutadas en agosto de 2020, se han cruzado casualmente con ciertas conversaciones y lecturas en torno a los procesos creativos, provocando el detonante para construir un conjunto de piezas que dan forma a mis actuales intuiciones sobre el lugar, la emoción y sus posibles representaciones.