El traductor de sueños *

En 1874, la espléndida fotógrafa británica Julia Margaret Cameron, nacida en Calcuta en 1815, escribía lo siguiente, en lo que podemos considerar su autobiografía titulada Anales de mi casa de cristal: “La fotografía tomada de ese modo era casi dar forma a una plegaria”. Sin ser consciente, sin duda, se estaba anticipando a lo que en el siglo XXI constituye uno de los géneros más prolíficos de la fotografía actual. Nos referimos a la fotografía narrativa o escenificada, que tantas versiones admite y que tantos adeptos tiene. Y es obvio que, en el fondo, es el final del camino de los fotógrafos pictorialistas decimonónicos, de los que la fotógrafa victoriana se puede considerar una insigne precursora.

Si aquellos audaces artistas pretendían con su imaginativa obra, superar las ataduras del supuesto objetivo de la recién descubierta fotografía: documentar la realidad; hoy son muchos los que continúan con ese empeño de lograr que la fotografía pueda ilustrar otros mundos, reales o fantásticos, que completen el universo de nuestro consciente y, tal vez también de nuestro subconsciente.

Bien podríamos hoy tomar prestadas las palabras de Cameron y actualizarlas a propósito de la serie que nos ocupa de Gabriel Campuzano: El traductor de sueños. “La fotografía tomada de ese modo es casi dar forma a un sueño”.

¿Y por qué no? Si Margaret Cameron creó un nuevo tipo de verdad fotográfica, Campuzano ha conseguido otro tanto al materializar en imágenes las confusas estampas que, de forma desordenada, habitualmente ilustran nuestros sueños. Y lo ha hecho a partir del relato, del texto escrito que intenta ser registro de la fragilidad de nuestra memoria. Como también los fotógrafos pictorialistas tomaban a menudo, como punto de partida, la narración. La propia Cameron ilustró los Idilios del rey, el poema de Alfred Tennyson. Pero, si en su caso las fotografías podrían considerarse una suerte de tableux vivants de los episodios descritos por el autor, El traductor de sueños los escenifica con los propios protagonistas. El fotógrafo ahora documenta con imágenes del pasado, recrea con escenarios y personajes reales, y enriquece el confuso imaginario onírico con paisajes, objetos y asuntos de nuestra propia realidad.

También en la Inglaterra victoriana, el siempre interesante fotógrafo Oscar Gustav Rejlander, se había ocupado de ilustrar el acto mismo del sueño en su pieza The Dream, de hacia 1860. En ella no solo representa al sujeto protagonista sino incluso al objeto de su fantasía y que, como es tan frecuente, hace referencia al mundo de Eros. Y más allá de la Inglaterra del siglo XIX, en los últimos años han sido varios los fotógrafos que se han aproximado a este fascinante y desconocido mundo, pero desde posiciones diferentes. El norteamericano Jeff Bark, en su serie Abandon (2006) ha retomado la interesante relación entre la fotografía y la pintura para presentar intensas alegorías cargadas de emoción, en las que el sueño es a menudo el protagonista.

Otro tanto ocurre con el fotógrafo egipcio Youssef Nabil, quien en su proyecto de captar a sus amigos durmiendo o en la cama, y también con un estilo muy pictorialista, igualmente nos remite al universo del sueño, pero poniendo más el acento en las evocaciones a la muerte, el sexo o la soledad. Y en 2003, la norteamericana Elizabeth Heyert, en su serie The sleepers, presentaba monumentales retratos, individuales o de parejas desnudos y durmiendo, y en cuyas actitudes y posturas parecía reflejarse el infinito mundo de las relaciones interpersonales.

Gabriel Campuzano además, en un alarde de creatividad, multiplica los medios: dibujo, fotografía encontrada, notas, escenificaciones… consiguiendo aún más recrear esa superposición de mundos, ese choque de realidades, que nos asalta en el momento del sueño. Y nos las muestra en una especie de mosaico en el que, al eludir la lógica de la narración y el sentido del tiempo, evoca más aún la irracionalidad del estado en el que nos encontramos inmersos. A diferencia de los que hemos citado y algunos más, Gabriel Campuzano ha dado un paso más allá. No solo se ha fijado en la apariencia externa de quien sueña, sino que se ha sumergido en la profundidad del mismo, desvelándonos lo que nos resulta insondable. “Casi dar forma a una plegaria”.

Ricardo León

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* Texto redactado a propósito de la exposición El traductor de sueños (y otros relatos) (Centro de Iniciativas Culturales. Universidad de Sevilla 2016)